viernes, 18 de marzo de 2011

MENSAJE DE PEPÓN, EL AVIÓN MÁS TRISTÓN


Hola a todos. Me llamo Pepón, el avión más tristón. Soy militar. Pepón, Pepón, ¿por qué estás tan tristón? Pues porque no entiendo a estos humanos, qué ganas de complicarme la vida. Brevemente os paso a relatar brevemente mi vida.

Era un día caluroso. Mis primeros estertores de motor resonaron en una fábrica de armamento cualquiera de España, de Francia o de Reino Unido. Ya ni me acuerdo. Eso sí, estaba reluciente. No dejaban de sacarme a sobrevolar los campos de mi país y pasarme un paño por mis misiles. Junto a mi nacieron otros muchos. Igual de grises y de brillantes. Eran tiempos felices...

Pero todo se torció. El gobierno de mi país decidió deshacerse de mi y venderme. Mi nuevo dueño iba a ser un tal Gaddaffi, un tío muy feo lleno de ropajes y de turbantes. Nooo, yo no quiero irme de mi casa. Hijo, ya verás como te van a cuidar mucho. Gaddaffi es un poco loco, pero tiene petróleo, mucho dinero y ahora somos muy amigos de él. ¡¡Pero si es un dictador!! Bueeeno, ¿y quien no es ahora un poco dictador? ¡¡No quiero que me usen para causar dolor a inocentes!!Mira que eres exagerao Pepón. ¿Y qué va a ser de mis misiles? Tranquiilo, tus misiles no te los quita nadie. Se irán contigo...¡¡y no se te olvide dar recuerdos!!

Así que nada. Todo estaba resuelto. Por una buena suma de dólares, euros o libras, depositados en un banco cualquiera suizo o inglés, me convertí en nuevo miembro del ejército libio. Y de la noche a la mañana. Así pasaron los años...hasta que llegaron las famosas revueltas. Mis antiguos dueños ahora dicen que me han usado para atacar población civil. Mis antiguos dueños ya no me quieren. Mis antiguos dueños desean, ahora, destruirme en nombre de la libertad y de los derechos humanos...(y de la gasolina, que se está poniendo por las nubes).

Por eso estoy tan tristón. Probablemente me derribarán en un ataque de la OTAN. Pero eso no es lo peor. Lo peor es el dolor que me causará ver que el verdugo que lancen contra mi, probablemente, haya visto la luz en esa misma fábrica de armas, de ese mismo país defensor de los derechos humanos que, en un día caluroso, me vieron nacer a mi.

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