Nacido en 1912, Alan Turing es, nada más y nada menos, que el padre del primer ordenador moderno, "Baby", creado en 1948. Su aportación científica no se queda ahí. Su revolucionario artículo que comenzaba con una sorprendente frase "Propongo considerar la siguiente cuestión: ¿Pueden pensar las máquinas?" nos adentra por primera vez en el campo de la inteligencia artificial en 1950.
Pero eso no es todo. Años antes, este hombre contribuyó de manera decisiva a cambiar el rumbo de la Segunda Guerra Mundial y de la Historia. Sus investigaciones permitieron a los Servicios de Inteligencia Británicos descifrar los códigos de comunicación que utilizaban los nazis.
Tras esta vital aportación de la Ciencia y a la salvación de la Paz mundial, podríamos entender que la humanidad le hubiera homenajeado, condecorado, elevado a los altares. Nada de eso. Todo lo contrario. En 1952 fue procesado por homosexual. Condenado. Obligado a tratarse y a deformarse con hormonas. Finalmente en 1954, murió envenenado tras morder una manzana impregnada con cianuro. El caso, etiquetado de "suicidio". Nuestro protagonista, desde entonces, condenado al olvido...salvo por el famoso logo de una multinacional informática.
Interesting
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